El Trabajo Y El Liberalismo

Concepto

Trabajo. Es uno de los tres factores de producción principales consistente en el esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza.

 

El Liberalismo tiene su pilar en la Autonomía De La Voluntad. En lo económico no hay intervención alguna del Estado en la planificación de la producción y de las relaciones obrero patronal. El Estado deja hacer y deja pasar. Así la propia comunidad avanzaría si cada individuo lucha por el progreso. Pero esta relación sin intervención del Estado se convierte con el pasar del tiempo en una explotación inmisericorde.

El Trabajo Como Mercancía

Bajo el Capitalismo, todo, desde un minúsculo alfiler hasta una fabrica, e incluso la fuerza de trabajo del hombre, se compra y se vende. Y como dicen los economistas, todo “reviste una forma de mercancía”.

 

Con la invención de la máquina a vapor el hombre se ve desplazado de su fuente de trabajo, el hombre vende lo único que le queda: su fuerza de trabajo.

 

En la Revolución Industrial la fuerza de trabajo es una mercancía más.

 

Antes de esta revolución, la ocupación mas rentable era la ganadería, para el cuidado de los rebaños se necesitaban pastores, es por eso que los siervos también tenían valor, pero con la Revolución Industrial el hombre pierde ese valor. El obrero es explotado en mayor medida que el siervo.

 

Otra causa para la perdida de importancia del hombre y su fuerza de trabajo es la caída de los precios de los productos de la agricultura, esto produce una migración hacia las ciudades formando cinturones de miseria alrededor de las fábricas que empiezan a aparecer. El patrón ofrecía como salario el monto que quería, el obrero gana sólo lo necesario para cubrir sus más premiosas necesidades. Para el trabajo en las máquinas el patrón utiliza mujeres y niños, porque estos no protestaban, eran más baratos y trabajaban en condiciones infrahumanas sin protestar.

 

Es así como la fuerza de trabajo del hombre queda relegada a ser solo una mercancía más, mercancía sometida a la ley de la oferta y demanda. El trabajador cambia su prestación, sus servicios, contra una entrega de una suma cierta en dinero. El trabajo divide a la sociedad en dos clases rigurosamente separadas una de otra, y hasta antagónicas; la primera ofrece el trabajo, única propiedad de que dispone, y la otra paga el producto de las mercaderías que los propios trabajadores producen, quedando automáticamente desligada de todo deber, de toda obligación hacia el trabajador, una vez que pagó el salario, el precio del trabajo.

 

El trabajo es  reducido a la condición de cosa. El hombre deja de tener su carácter de “artista”, de “artesano”, que caracteriza, precisamente, al trabajador en la Edad Media, y se convierte en asalariado.

 

Reaparecen las instituciones del derecho romano, aunque con distinto sentido: la locación de servicio y el contract de louges del Código Napoleón, rigen las relaciones de trabajo, aunque ahora es el hombre, el trabajador, quien “alquila” su trabajo, su energía productiva, y el “precio” de ese alquiler es regulado por las leyes del mercado.

 

Rerum novarum, De las cosas nuevas (15 mayo 1891)Contra esa concepción económica del “trabajo-mercancía”, se levantó, entre otras, la voz del Papa León XIII, quien en su encíclica Rerum novarum, De las cosas nuevas (15 mayo 1891) señaló, enfáticamente, que el trabajo no era una “mercancía”, sino algo “personal y humano”, inherente a la persona del trabajador, posición que fue compartida por distintos sociólogos, políticos y pensadores, y sostenida en congresos y conferencias de organizaciones internacionales.

 

Por último, en la Parte XIII del Tratado de Paz de Versalles (1919) se proclamó: “el trabajo no es una mercancía”

 

 

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